La Primera Dieta de la Historia

Tomb_of_Nakht_(16)Hace 4500 años, los médicos egipcios ya recomendaban tomar «una sola cosa y un pedazo pequeño en lugar de uno grande».

Hipócrates, en el siglo V a.C., incorpora el ejercicio a la dieta y lo recomienda en especial para los obesos, incluso algunas de las recomendaciones de vida saludable que aparecen en el «De Sanite Tuende», escrito por Galeno en siglo II d.C, se mantienen en la actualidad y siguen siendo la recomendación habitual de muchos facultativos.

Sin duda alguna, nuestros antepasados ya asociaban la glotonería y el sedentarismo con la obesidad, aunque deberían pasar algunos años hasta que un médico adelantado a su tiempo prescribiera la primera dieta “personalizada” de la historia.

Sucedió en España en el siglo X, cuando allá por el año 958, el rey Sancho I de León, apodado “el Craso” o “el Gordo”, fue destronado debido a su exceso de peso y, el médico judío Hasday Ibn Shaprut, una especie de coaching nutricional y entrenador personal al mismo tiempo, le ayudó a perder los kilos de más y recuperar su reino.

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SANCHO I «EL GORDO»

Sancho I (935-966) era hijo del rey Ramiro II de León y su segunda esposa la reina Urraca. Subió al trono leonés en 956 y dos años después lo perdería debido a su extrema gordura.

Siendo niño nada hacía prever que Sancho padecería obesidad mórbida. Debido a su desmedido apetito, hacía 7 comidas al día con 17 platos diferentes elaborados en su mayor parte con carne de caza, llegó a pesar 21 arrobas. Más de 240 kilos.

Su excesiva gordura le impedía cumplir con las funciones propias de un rey: yacer con una mujer para asegurar su descendencia y batallar para asegurar sus tierras. Está claro que ningún un hombre de tal envergadura podía dirigir un ejército y defender su reino. Imaginemos por un momento el peso de su armadura, o peor aún, imaginemos cómo sería subir con ella a un caballo, empuñar un arma y luchar con dignidad.

Tras dos años de reinado (956-958) fue destronado por los nobles leoneses y castellanos, encabezados por su tío el conde Fernán González. Debido a su obesidad, ni tan siquiera pudo combatir para tratar de impedirlo.

Sancho logró huir a Pamplona donde buscó refugio en los brazos de su anciana abuela, la reina Toda de Navarra. Esta prometió ayudarle a recuperar el reino. Una tarea imposible, a menos que su nieto perdiera unos cuantos kilos.

La reina buscó ayuda en Córdoba donde se hallaban los médicos más prestigiosos del momento.

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El Califa, Abderramán III, prometió restituir su reino a cambio de ceder diez fortalezas si lograba subir de nuevo al trono.

Ambos llegaron a un acuerdo y el califa envió a Navarra a su médico personal, el judío Hasday Ibn Shaprut quien, asombrado por la gordura del paciente, le aconsejó viajar a Córdoba para empezar allí el tratamiento.

El viaje hasta tierras cordobesas no fue tarea fácil. Recorrió más de 800 kilómetros sin dar un solo paso.

La primera parte del camino la realizó sentado sobre una torreta medieval de asalto. Al cruzar un río, la comitiva sufrió un estrambótico accidente y la torreta se rompió en mil pedazos. Prosiguió su camino tumbado sobre una lona especial tirada por cuatro mulas.

LA CURA DE ADELGAZAMIENTO

A su llegada a Córdoba le esperaba Hasday Ibn Shaprut, conocido en el Al-Andalus por ser el artífice de un remedio universal, al que había bautizado con el nombre de Al-Faruk, una especie de antídoto para todo tipo de venenos. El afamado médico le sometió a una exhaustiva cura de adelgazamiento que se convertiría en un auténtico calvario.

Sancho fue amarrado a una cama y encerrado en una habitación. Varias veces al día le obligaban a salir a caminar y dar largos paseos sujeto a un andador tirado por cuerdas.

Le cosieron la boca, dejándole una pequeña abertura para poder tomar líquidos con una caña. Durante cuarenta días se alimentó exclusivamente a base de zumo de frutas, agua salada, agua de azahar y agua hervida con verduras, así como gran cantidad de infusiones, elaboradas con “hierbas del hebreo” que lo mantenían en una constante diarrea.

Para combatir la flacidez propia de los adelgazamientos, le sometían a terribles sesiones de masajes y baños de vapor extenuantes. A pesar de haber estado al borde de la muerte en dos ocasiones, logró sobrevivir y reducir su peso hasta los 120 kilos.

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Recio, pero no obeso, se colocó la armadura, regresó a León (esta vez montado a caballo) y recuperó de nuevo su reino. Murió en el año 966, al parecer envenenado con una manzana ponzoñosa ofrecida por el conde rebelde Gonzalo Menéndez.

Paradójicamente, después de tanto calvario, fue la comida sana la que acabó con la vida de Sancho I, “el Gordo”.

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Fuentes consultadas.-

«Enfermedades que cambiaron la Historia» Pedro Gargantilla.
http://www.elsevier.es/es-revista-endocrinologia-nutricion-12-articulo-hasday-tratamiento-obesidad-el-siglo-S1575092215002545?redirectNew=true
http://www.abc.es/historia/abci-sancho-salvaje-dieta-espanol-240-kilos-expulsaron-trono-extrema-obesidad-201606100432_noticia.html
Imagen de Sancho el dibujo pertenece a http://espanafascinante.com/historias/sancho-i-de-leon-el-gordo/
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