Amamantando a niños sifilíticos con leche de burra

     A principios del siglo XIX mas de 6.000 niños eran abandonados casi cada año en los hospicios de París. Muchos de ellos eran recién nacidos que habían sido contagiados de sífilis congénita, una infección (causada por el Treponema Pallidum),  que se transmite de la madre al hijo durante la gestación o en el momento del parto.

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        Procurar la alimentación de estos niños durante las primeras semanas de vida, suponía un gran reto para las instituciones. No podían ser amamantados por enfermeras nodrizas —ya que el riesgo de estas mujeres al contagio era muy alto—, y optar por una lactancia artificial, en aquella época, causaba mas muertes que la propia enfermedad.

       Para detectar los posibles casos de sífilis y poder separar a los niños sanos de los enfermos, los neonatos que ingresaban en el Hospital permanecían en observación durante diez días.  Durante este tiempo, eran alimentados con agua tibia endulzada y jarabe de achicoria con aceite de almendras dulces (para facilitar la expulsión del meconio). Aquellos que lograban sobrevivir las primeras horas, se les incluía en la dieta leche de vaca mezclada con agua.

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        A pesar de los esfuerzos por mantenerlos con vida, mas del 30% de ellos morían como consecuencia de trastornos intestinales graves ocasionados por la alimentación.

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      Fue en ese momento  cuando el médico francés Joseph Marie Jules Parrot —pionero en el campo de la pediatría— decidió probar un nuevo método de lactancia. El Dr. Parrot  mandó construir un establo en los jardines del Hospice des Enfants Assistés con burros y cabras, para poder dar de mamar a estos niños directamente de la ubre.  El tamaño de las «tetinas» de estos animales (mas pequeñas que las de la vacas), se adaptaban perfectamente a la boca del recién nacido evitando la manipulación  y  cualquier contaminación.

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      El sistema era muy sencillo. Una enfermera se encargaba de llevar a los niños al establo (cinco veces durante el día y dos por la noche). Colocaba el niño en sus rodillas, su mano izquierda sujetaba la cabeza del niño y con la derecha presionaba de vez en cuando la mama del animal para facilitar el flujo de leche, especialmente si el niño era pequeño.

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     Mediante este método fueron amamantados 86 niños con sífilis congénita. El índice de supervivencia de los niños criados con leche de burra fue considerablemente mayor que los alimentados con la leche de la cabra.

     Lamentablemente y a pesar de los buenos resultados, la experiencia sólo se logra mantener durante unos años (de 1881 hasta 1893). La cantidad de leche de burra que se podía obtener, era insuficiente  para dar de comer a la gran cantidad de «pequeños pacientes» que albergaba esta institución.  Un burro produce menos de 2 litros de leche al día y solamente durante 6 meses (hasta que el pollino crece).

     Sin embargo, este episodio fue uno de los detonantes para seguir investigando y trabajando en mejorar las  fórmulas de lactancia artificial. Los resultados obtenidas de estos experimentos supondrían importantes avances en la nutrición del recién nacido. 

La mortalidad con leche de vaca y cabra era un 80%, frente al 26% de los niños tratados con leche de burra.

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Las conclusiones de estos experimentos se presentaron en la Academia de Medicina en julio de 1882.

 

Fuentes consultadas.-

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